pongamos que se intenta salvar a algunos jóvenes del suicidio y a otros de ingresar a la policía o a los bomberos. Pienso en los que se suicidan asqueados, porque creen que "los otros" tienen demasiada injerencia en ellos mismos.
Podemos decirles: al menos denle la palabra a la minoría de ustedes mismos. Sean poetas. Responderán: pero es entonces sobre todo, es sobre todo ahí cuando siento a los otros en mí mismo, y cuando procuro expresarme no lo logro. Todas las palabras están hechas y se expresan, pero no me expresan. También entonces me ahogo.
Es entonces que se vuelve útil enseñar el arte de resistir a las palabras, el arte de no decir sino lo que se quiere decir, el arte de violentarlas y de someterlas. En resumidas cuentas, fundar una retórica, o más bien enseñarle a cada uno el arte de fundar su propia retórica, es una obra de salud pública.
Que salva a las únicas, las raras personas que vale la pena salvar: las que tienen la conciencia y la preocupación y el asco por los otros dentro de sí mismas.
Las que pueden hacer avanzar el pensamiento y, hablando apropiadamente, cambiar la faz de las cosas.
1929-1930.
No hay comentarios:
Publicar un comentario