10.25.2022

A Mi Hija - Carver

Todo lo que veo me sobrevivirá.

Anna Ajmátova

Es demasiado tarde para maldecirte, para desearte,

digamos, la fealdad, como Yeats hizo con su hija. Cuando

la vimos en Sligo vendiendo sus cuadros, había funcionado:

era la mujer más fea y más vieja de Irlanda.

Pero estaba a salvo.

Durante mucho tiempo no entendí

sus motivos. En cualquier caso, es demasiado tarde,

como digo. Ya eres mayor, y preciosa.

Eres una borracha preciosa, hija.

Pero una borracha. No puedo decir que se me parta

el corazón. No tengo corazón cuando se trata

de la bebida. Es triste, sí. Sólo Dios lo sabe.

Tu viejo amigo, ése al que llaman Silo, ha regresado

a la ciudad, y el alcohol ha vuelto a correr de nuevo.

Llevas tres días borracha, me dices,

cuando sabes jodidamente bien que la bebida es veneno

para nuestra familia. ¿No te servimos de ejemplo

tu madre y yo? Dos personas

que se querían a golpes,

que acabaron a golpes con el amor que se tenían, vaciando vaso tras vaso,

maldiciones, desgracias, traiciones.

¡Debes de estar loca! ¿No has tenido suficiente?

¿Quieres matarte? Puede que sea eso. A lo mejor

creo que te conozco y no te conozco.

No te estoy tomando el pelo, niña. ¿Quién te toma el pelo?

Hija, no debes beber.

Las últimas veces que nos vimos lo habías dejado.

El cuello escayolado y además

un dedo entablillado, gafas oscuras para ocultar

el moratón en el ojo. Un labio

que un hombre debería besar en vez de partir.

¡Oh, Dios, Dios, Dios!

Tienes que intentarlo ya.

¿Me oyes? ¡Despierta! Tienes que cortar con esto

y empezar de nuevo. Tienes que dejarlo por completo. Te lo estoy pidiendo.

Vale, sólo te lo digo. Mira, el destino de nuestra familia

es el despilfarro, no el ahorro. Pero puedes cambiar las cosas.

¡Debes hacerlo, no tienes más remedio!

Hija, no bebas.

Te matará. Como hizo con tu madre y conmigo.

Así.

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