6.29.2012

Julio y los medios

La segunda prioridad concierne a Nicaragua, a la que Francia promete ayudar "en su pesada tarea de reconstrucción y en el sostén a la instauración de un régimen democrático". Cualquiera que haya visitado Nicaragua después de su liberación sabe hasta qué punto esa doble tarea es difícil y penosa. Si a las grandes potencias europeas les llevó años levantarse de las ruinas de la Segunda Guerra Mundial, ¿qué se puede esperar de un pequeño y pobre país asolado por un sub-Hitler y sometido desde hace medio siglo a la miseria, al analfabetismo y a las enfermedades? Lo que han hecho los nicaragüenses en dos años es admirable en el plano material y educativo, pero día a día se sienten más las trabajas de origen interno y externo al avance de una auténtica democratización del país. La triste paradoja que se diera en Chile en tiempos de la Unidad Popular, surge ya en Nicaragua: las libertades de prensa y de expresión son aviesamente utilizadas por los peores intereses materiales y clasistas, favorecidos abiertamente desde el exterior; cada vez que el gobierno nicaragüense reacciona contra un abuso o una calumnia, inmediatamente se lo acusa de estar amordazando al pueblo (¿a qué pueblo?) y encaminándose hacia la dictadura y el "marxismo". Por eso, si una ayuda como la prometida por Francia ha de ser útil, tenemos que apoyarla a base de una información lo más amplia y analítica posible sobre la labor de los dirigentes sandinistas, a fin de hacer frente a la enorme influencia psicológica de esa otra información teleguiada por quienes sabemos, y que sólo se ocupa de Nicaragua cuando hay que dar alguna mala noticia, como lo ha hecho con Cuba durante veinte años.

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