11.07.2011

Hay cosas que el dinero puede comprar, para todo lo demás...

Durante la Guerra Fría, la generalizada incidencia del alcoholismo era siempre señalada en Occidente como prueba de que la vida bajo el comunismo era tan deprimente que los rusos precisaban de grandes dosis de vodka para soportarla. Con la llegada del capitalismo, sin embargo, los rusos beben el doble de alcohol del que solían beber y se están aficionando también a otros analgésicos más contundentes. El zar antidroga de Rusia, Aleksandr Mijailov, dice que el número de consumidores se incrementó en un 900% entre 1994 y 2004 hasta alcanzar los 3 millones de personas, muchas de ellas adictas a la heroína. La epidemia de la droga ha repercutido también en la incidencia de otro asesino silencioso: en 1995, un total de 50.000 rusos y rusas eran seropositivos al VIH.

Éstas son las muertes lentas, pero también las hay rápidas. Nada más introducirse la terapia de shock en 1992, el ya de por sí elevado índice de suicidios en Rusia empezó a aumentar; en 1994, punto álgido de las reformas de Yeltsin, la tasa de suicidios escaló hasta situarse casi en el doble de la que se registraba ocho años antes. Los rusos también se mataban entre sí con mucha mayor frecuencia: en 1994, los crímenes violentos se habían multiplicado por más de cuatro,

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