11.30.2011

Es peligroso y está libre

Sachs es un admirador de Keynes, pero no parece interesado en conocer qué hizo finalmente posible el keynesianismo en su propio país: las agrias y combativas exigencias de los sindicalistas y los socialistas, cuya fuerza creciente convirtió la solución más radical por ellos propuesta en una amenaza creíble y transformó, a su vez, el New Deal en un compromiso más aceptable. Esta falta de voluntad de reconocimiento del papel de la presión ejercida por los movimientos sociales de masas sobre unos gobiernos (en principio) reacios para que adoptasen las mismas ideas que él propugna en la actualidad ha tenido importantes ramificaciones. Para empezar, significó que Sachs no supo ver la realidad política más palmaria que le aguardaba en Rusia: nunca iba a haber un Plan Marshall para Rusia porque, en su momento, sólo hubo Plan Marshall debido a Rusia. Cuando Yeltsin abolió la Unión Soviética, desapareció con ella la "pistola cargada" que había forzado el desarrollo del plan original. Sin ella, el capitalismo se vio de pronto libre para degenerar en su forma más salvaje, no sólo en Rusia, sino en todo el mundo. Gracias a la caída de la URSS, el libre mercado había pasado a disfrutar de un monopolio mundial, lo que significaba que todas las "distorsiones" que habían interferido en su equilibrio perfecto ya no eran necesarias.

Ahí radicó la verdadera tragedia de la promesa hecha a los polacos y a los rusos: es hacerles creer que si seguían la terapia de shock, se despertarían de pronto en un "país europeo normal!". Esos países europeos normales (con sus sólidos sistemas de protección social y laboral, sus potentes sindicatos y su sanidad socializada) surgieron, precisamente, del compromiso entre comunismo y capitalismo. Cuando la necesidad de llegar a un compromiso desapareció, todas esas políticas sociales moderadoras se vieron sometidas a un auténtico asedio tanto en la propia Europa occidental como en Canadá, Australia y Estados Unidos.

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