12.03.2011

Utopía y clase media (I)

Entre las razones que permiten interpretar el advenimiento de la era moderna como una transformación promovida principalmente por los intereses de la clase media (o, según Karl Marx, como la victoriosa "revolución burguesa"), las obsesiones típicas de la clase media acerca de la fragilidad e inestabilidad de su estatus social, y los esfuerzos igualmente obsesivos para defenderlo y estabilizarlo, ocupan en efecto un amplio espacio. Cuando esbozaron los contornos de una sociedad que no conocía la infelicidad, los proyectos utópicos que proliferaron durante la aurora de la era moderna reflejaron, reciclaron y reprodujeron predominantemente los sueños y deseos de la clase media; la sociedad que representaron solía estar purificada de incertidumbres y, sobre todo, de las ambigüedades e inseguridades de la posición social, los derechos que otorgaba y los deberes que exigía. Por mucho que pudieran diferir esos proyectos, eran unánimes en su elección de la duración, la solidez y la ausencia de cambio como premisas esenciales de la felicidad humana. En el seno de las ciudades utópicas (prácticamente todas las utopías eran urbanas), había muchas posiciones diferentes, pero cada residente estaba seguro y a salvo en la posición que se le había asignado. Más que cualquier otra cosa, los proyectos utópicos visualizaban el fin de la incertidumbre y la inseguridad: a saber, una situación social totalmente predecible, libre de sorpresas y sin necesidad de ulteriores reformas ni redistribuciones. La sociedad "buena" o incluso "perfectamente buena", vaticinada en las utopías, era una sociedad que ponía fin de una vez por todas a las ansiedades más características de la clase media.

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