7.03.2015

El poder invisible


El poder está siempre presente en toda relación en la que uno trate de dirigir la conducta del otro, desde la política hasta el amor. Pero el poder no solo reprime sino que, para Foucault, también produce sentido.

El poder mantiene una relación esencial con el saber y, por ello, con la verdad. Y nosotros, los sujetos, estamos sujetados a esos dispositivos de saber que nos constituyen como sujetos. El padre normaliza, el maestro normaliza, el jefe normaliza, los oficiales de policía normalizan, seguro que ninguno de ellos está siendo parte de ninguna confabulación para dominar el mundo, pero, en cada acto de normalización, hay una forma que se instala como correcta y se instituye.

Lo humano domesticado a través de las instituciones y las instituciones, como la familia, la escuela o el lenguaje, son las que producen realidad cotidiana. Una de las figuras que Foucault resignifica es la figura del panóptico. ¿Qué es el panóptico? Es una estructura carcelaria en la cual un vigilante se encuentra en una posición privilegiada ya que puede observar el interior de las celdas de los presos, pero sin ser observado. El dispositivo carcelario funciona a la perfección: cada preso que no ve a los otros presos solo se siente controlado por el vigía central y, entonces, obedece. El poder es total.
Pero, para Foucault, esta estructura es aplicable a gran parte de los modos en que se encuentran organizadas nuestras instituciones. Así la estructura se repite en la fábrica, en la familia, en el hospital. La clave siempre es la misma: la autoobediencia.

No pueden existir relaciones de poder, sino en la medida en que los sujetos seamos libres. Pero ¿no es al revés? ¿No es que, si el poder está presente, entonces, no existe libertad? Hay relaciones de poder porque hay posibilidades de libertad en todas partes. Como el poder es potencia y el poder se desborda siempre se necesita algo que quede afuera. Todo poder, dice Foucault, genera una resistencia. Pero ¿es la resistencia una manera de pelear contra el poder? ¿O es algo que el poder construye para seguir ejerciendo?

Según Deleuze, en el mundo de la globalización y del capitalismo avanzado, la empresa ha reemplazado a la fábrica; la marca, al producto y el consumidor, al ciudadano. La sociedad del hiperconsumo de la cultura global ejerce el poder no desde el encierro, sino desde la libertad. El panóptico se ha desmaterializado. Qué patente es este poder que no necesita barrotes, ni pedestales, ni armas. Es un poder que se ejerce desde la libertad del individuo.

El cielo supuestamente está vacío y, sin embargo, se encuentra cruzado por una infinidad de redes virtuales que nos constituyen y nos vigilan. Existir es estar conectado y la conexión supone un orden y un interés. Tal vez las nuevas resistencias tengan que ver con la posibilidad de desconectarse. Posibilidad, potencialidad, de nuevo: el poder. El poder de no hacer, permanecer en la potencia. Lo humano es siempre posibilidad, lo humano es siempre proyecto abierto.


Se dice de Dios que es omnipotente. Esto significa que todo lo es o que lo puede todo. Y, si todo lo puede, ¿no tendría que poder seguir pudiendo indefinidamente? Si así fuese, el verdadero poder resultaría ser el que se sigue atreviendo a negarse a sí mismo. O, retomando una idea bíblica, el poder está en la debilidad. Y, sin embargo, nuestros poderosos abandonan la potencia, la posibilidad, para convertirse en los grandes cristalizadores de la realidad vigente. Ser "establishment" significa solo eso: sostener el actual estado de cosas como inmodificable. Pero otro poder es posible, un poder que se ofrece como una invitación a la transformación permanente y a la apertura ilimitada. Un poder que es una apuesta a no permanecer nunca en lo que somos, a desbordarnos y a salirnos, incluso, de nosotros mismos.


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