El poder está siempre presente en toda relación en la que
uno trate de dirigir la conducta del otro, desde la política hasta el amor. Pero
el poder no solo reprime sino que, para Foucault, también produce sentido.
El poder mantiene una relación esencial con el saber y, por
ello, con la verdad. Y nosotros, los sujetos, estamos sujetados a esos
dispositivos de saber que nos constituyen como sujetos. El padre normaliza, el
maestro normaliza, el jefe normaliza, los oficiales de policía normalizan, seguro
que ninguno de ellos está siendo parte de ninguna confabulación para dominar el
mundo, pero, en cada acto de normalización, hay una forma que se instala como
correcta y se instituye.
Lo humano domesticado a través de las instituciones y las instituciones,
como la familia, la escuela o el lenguaje, son las que producen realidad
cotidiana. Una de las figuras que Foucault resignifica es la figura del
panóptico. ¿Qué es el panóptico? Es una estructura carcelaria en la cual un
vigilante se encuentra en una posición privilegiada ya que puede observar el
interior de las celdas de los presos, pero sin ser observado. El dispositivo
carcelario funciona a la perfección: cada preso que no ve a los otros presos solo
se siente controlado por el vigía central y, entonces, obedece. El poder es
total.
Pero, para Foucault, esta estructura es aplicable a gran
parte de los modos en que se encuentran organizadas nuestras instituciones. Así
la estructura se repite en la fábrica, en la familia, en el hospital. La clave
siempre es la misma: la autoobediencia.
No pueden existir relaciones de poder, sino en la medida en
que los sujetos seamos libres. Pero ¿no es al revés? ¿No es que, si el poder
está presente, entonces, no existe libertad? Hay relaciones de poder porque hay
posibilidades de libertad en todas partes. Como el poder es potencia y el poder
se desborda siempre se necesita algo que quede afuera. Todo poder, dice
Foucault, genera una resistencia. Pero ¿es la resistencia una manera de pelear
contra el poder? ¿O es algo que el poder construye para seguir ejerciendo?
Según Deleuze, en el mundo de la globalización y del
capitalismo avanzado, la empresa ha reemplazado a la fábrica; la marca, al
producto y el consumidor, al ciudadano. La sociedad del hiperconsumo de la
cultura global ejerce el poder no desde el encierro, sino desde la libertad. El
panóptico se ha desmaterializado. Qué patente es este poder que no necesita
barrotes, ni pedestales, ni armas. Es un poder que se ejerce desde la libertad
del individuo.
El cielo supuestamente está vacío y, sin embargo, se
encuentra cruzado por una infinidad de redes virtuales que nos constituyen y
nos vigilan. Existir es estar conectado y la conexión supone un orden y un
interés. Tal vez las nuevas resistencias tengan que ver con la posibilidad de
desconectarse. Posibilidad, potencialidad, de nuevo: el poder. El poder de no
hacer, permanecer en la potencia. Lo humano es siempre posibilidad, lo humano
es siempre proyecto abierto.
Se dice de Dios que es omnipotente. Esto significa que todo
lo es o que lo puede todo. Y, si todo lo puede, ¿no tendría que poder seguir
pudiendo indefinidamente? Si así fuese, el verdadero poder resultaría ser el
que se sigue atreviendo a negarse a sí mismo. O, retomando una idea bíblica, el
poder está en la debilidad. Y, sin embargo, nuestros poderosos abandonan la
potencia, la posibilidad, para convertirse en los grandes cristalizadores de la
realidad vigente. Ser "establishment" significa solo eso: sostener el
actual estado de cosas como inmodificable. Pero otro poder es posible, un poder
que se ofrece como una invitación a la transformación permanente y a la
apertura ilimitada. Un poder que es una apuesta a no permanecer nunca en lo que
somos, a desbordarnos y a salirnos, incluso, de nosotros mismos.
(Extracto de Mentira la Verdad - El Poder II)
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