6.24.2015

AMBAS PARTES INTERESADAS

No hay mucho que decir, o sea, no fue nada serio ni nada, pero fue raro, eso. Por un momento pareció que todo el mundo en el trabajo y la mamá de Ruthie y todos, fueran a reírse de nosotros. Decían que yo y Ruthie éramos demasiado jóvenes para casarnos. Ruthie tenía 17 y yo 20, casi. Eso es ser muy joven, todo bien, pero no si sabés lo que estás haciendo. O sea, no si todo fluye perfectamente entre ella y vos. O sea, ambas partes interesadas.
Bueno, como decía, Ruthie y yo nunca nos separamos. Nunca nos separamos de verdad. Y no es que la madre de Ruthie no quisiera. La señora Cropper quería que Ruthie vaya a la universidad en vez de que se casara. Ruthie dejó el secundario cuando apenas tenía 15, y no la aceptaban en donde ella quería ir hasta que no cumpliera 18. Quería ser doctora. Yo la jodía, le decía “¡Se solicita a la Doctora Kindare!”. Tengo un buen sentido del humor. Ruthie no. Es más como seria.
Bueno, no sé cómo empezó todo, pero todo se fue al carajo del todo una noche del mes pasado, en Jake’s. Ruthie, ella y yo estábamos ahí. Ese lugar era elegante de verdad. No tanto neón. Más lámparas. Estacionamiento más grande. Elegante. ¿Me entendés? A Ruthie no le gustaba mucho Jake’s.
Bueno, esa noche que te digo, Jake’s estaba hasta la manija cuando llegamos y tuvimos que esperar casi una hora para conseguir mesa. Ruthie no quería esperar. No tenía paciencia. Cuando por fin conseguimos mesa, ella dijo que no quería cerveza. Así que solamente se sentó ahí, prendiendo fósforos, soplando para apagarlos. Me volvía loco.
“¿Qué pasa?” pregunté. Me sacó después de un rato.
“No pasa nada” dijo Ruthie. Paró de prender fósforos, empezó a mirar todo el salón, como si estuviese buscando a alguien en especial.
“Algo pasa” dije. La puedo leer como a un libro. O sea, que la puedo leer como un libro.
“No pasa nada” dijo. “Dejá de preocuparte por mí. Está todo perfecto. Soy la chica más feliz del mundo.”
“Cortala” le dije. Estaba como cínica. “Solamente te hice una pregunta, nada más”.
“Oh, discúlpeme” dijo Ruthie. “Y quiere una respuesta. Realmente. Discúlpeme.” Dijo como que muy cínica. No me gusta eso. No me molesta, pero no me gusta.
Yo sabía lo que estaba maquinando. Conozco cada cosa que la pasa por dentro, como cada estado de ánimo. “Listo” le dije. “Estás irritada porque salimos hoy. Ruthie, te lo digo con todas las letras, un pibe tiene derecho a salir una vez cada tanto, ¿no?
“¡Una vez cada tanto” dijo Ruthie. “Me encantaría. Una vez cada tanto. Tipo siete noches por semana, ¿eh, Billy?”.
“No fueron siete siete noches por semana” dije. ¡Y no fueron! No salimos ayer a la noche. O sea, tomamos una cerveza en Gordon’s, pero fuimos derecho a casa y todo.
“¿No?” dijo Ruthie. “Listo. Dejémoslo ahí. No discutamos.”
Le pregunté, como que muy tranquilo, qué se suponía que tenía que hacer. ¿Sentarme en la casa como un bobo todas las noches? ¿mirando las paredes? ¿Escuchando al bebé llorar hasta reventarse la cabeza?” Le pregunté, muy tranquilo, qué quería de mí.
“No grites por favor” dijo. “No quiero que hagas nada”.
“Escuchame” dije. “Le estoy pagando 80 mangos a la loca de Widger para cuidar al bebé un par de horas por noche. Lo hago solamente para que puedas relajarte un rato. Pensé que ibas a estar feliz. Antes te gustaba salir de vez en cuando” le dije.
Entonces Ruthie dijo que ella no quiso que contratara a la señora Widger, en primer lugar. Dijo que no le caía bien. Que de hecho la odiaba. Que no le gustaba ni siquiera ver a Widger tener al bebé. Yo le dije a Ruthie que la señora Widger tuvo un montón de bebés, y que me imaginaba que sabía bastante bien cómo cargar un bebé. Ruthie dijo que cuando salíamos, Widger solo se sentaba en el living, leía revistas; eso, nunca estaba cerca del bebé. Le dije que qué esperaba que hiciera, ¿que se metiera en la cuna con el bebé? Ruthie dijo que no quería hablar más de eso.
“Ruthie” dije, “¿Qué intentás hacer? ¿Qué yo parezca una rata?”
Ruthie dijo “No estoy intentando que parezcas una rata. No sos una rata.”
“Gracias, muchas gracias” dije. Yo también puedo ser cínico.
Dijo “Sos mi marido, Billy”. Estaba apoyada en la mesa, como llorando ¡Pero, por dios, no por mi culpa!
“Te casaste conmigo”, dijo, “porque dijiste que me amabas. Se supone que tenés que amar a nuestro bebé también y cuidarlo. Se supone que tenemos que pensar las cosas a veces, no ir por ahí como si nada.
Le pregunté, como que muy tranquilo, quién dijo que yo no amaba al bebé.
“No grités, por favor” dijo. “Voy a chillar si gritás” dijo. “Nadie dijo que no lo ames, Billy. Pero lo amás cuando te queda bien o algo. Cuando está bañándose o cuando juega con tu corbata“.
Le dije que lo amo todo el tiempo ¡Y lo hago! Es un chico hermoso, realmente es hermoso.
Me dijo “¿Entonces por qué no estamos en casa?”.
Entonces se lo dije. O sea, que no tenía miedo de decírselo. Le dije. “Porque”, dije, ”yo quiero tomarme un par de cervezas. Quiero vivir un poco. Vos no trabajás con los fuselajes todo el día. No sabés lo que es”. O sea, que se lo dije.


Ahí ella intentó hacerse como la graciosa. “¿Querés decir” dijo, “que yo no trabajo todo el día como esclava en un fuselaje muy exigente?”
Le dije que era bastante exigente. Entonces empezó a prender fósforos de vuelta, como un chico. Le pregunté si no me entendía para nada. Dijo que entendió perfectamente, y que entendió lo que su madre le decía también, cuando decía que éramos muy jóvenes para casarnos. Dijo que ahora entendía muchas cosas.


Eso me sacó de verdad. Lo admito. Lo puedo admitir. Nada me saca del todo salvo cuando Ruthie empieza con el tema de su madre. No soporto que saque el tema de su madre. Le pregunté a Ruthie, como que muy tranquilo, de qué hablaba. Dije “Solamente porque un tipo quiere salir cada tanto”. Ruthie dijo que si volvía a decir “cada tanto” no la iba a ver nunca más. Siempre se toma las cosas de otra forma de cómo las digo. Le dije eso. Me dijo “Vamos. Ya estamos acá. Bailemos”.
La seguí por la pista, pero justo cuando llegamos la banda nos cagó. Empezaron a tocar Moonlight Becomes You. Es vieja ahora, pero es una buena canción. O sea, no es mala. A veces la escuchábamos en la radio del auto o en casa. De vez en cuando Ruthie la cantaba. Pero no estaba bueno escucharla esa noche en Jake’s. Fue una vergüenza. Y tocaron el estribillo como 85 veces. O sea, la seguían tocando. Ruthie bailó como a 10 kilómetros de mí, y no nos miramos mucho. Por fin, pararon. Entonces Ruthie como que se escapó de mí. Volvió a la mesa pero no se sentó. Solamente agarró su saco y se fue. Estaba llorando.
Pagué y fui a buscarla lo más rápido que pude. Loco, hacía un frío afuera. Yo tenía mi campera azul, pero Ruthie solamente tenía el vestido amarillo. No abrigaba nada. Lo único que quería era llegar rápido al auto y sacarme mi campera, y por ahí ponérsela en los hombros. O sea, hacía bastante frío.
Estaba en su lado del auto, toda como encorvada, y estaba llorando, fuerte, como lloran los chicos. Le apoyé mi campera en los hombros y quise darla vuelta para que me mirara, pero no se dio vuelta. Loco, me siento re mal cuando hace eso. O sea, me siento re mal. Preferiría estar muerto.
Le pedí un millón de veces que aunque sea me mire una vez. Pero no. Estaba medio tirada en el piso del auto. Me dijo que me volviera a tomar un par de cervezas, que me esperaba en el auto. Le dije que no quería ninguna cerveza. Todo lo que quería era que me mirara. Le dije que no le creyera a la madre, siempre diciendo que éramos muy jóvenes y todo eso. Le dije que su madre estaba loca.
Bueno, como decía, le seguí pidiendo que se diera vuelta, que se enderezara, y me mirara, pero no lo hizo. Así que prendí el motor y manejé a casa. Lloró todo el viaje, mitad en el asiento mitad en el piso, como un chico. Pero apenas entré en el garaje, había parado un poco y estaba mejor sentada. Es verdad, generalmente cuando estaciono en el garaje de noche apretamos un poco. Vos me entendés. Está oscuro y eso, y sentís que estás en tu garage y eso, y de ella también. O sea, está bueno a veces. Pero esta vez bajamos directamente. Ruthie subió las escaleras casi corriendo. Cuando yo empecé a subir escuché la puerta del frente cerrarse. Fue la señora Widger que se iba. Cuando llegamos tarde, ella rompe como treinta records de velocidad yéndose.
Cuando subí las escaleras a nuestra habitación, y ya me había sacado la corbata, Ruthie me dijo, me molestó, “No creo que quieras ver al bebé, ¿Cómo lo conocés? Tal vez le salió un bigote o algo desde la última vez que lo viste. ¿O no lo querés ver en todo el mes?”
No me gustan las cosas como cínicas. Le dije a Ruthie, “¿Qué querés decir con que no lo quiero ver? Obvio que lo quiero ver” y salí del cuarto.
Ruthie, deja la luz de afuera de la habitación del chico prendida, así que nunca está oscuro ahí. Me asomé en la cuna y miré al chico. Tenía el dedo en la boca. Se lo saqué, pero volvió a ponerlo aunque seguía dormido. O sea, a pesar de estar durmiendo no paró de pensar. Es vivo. O sea, no es tonto ni nada. Agarré el pie con una mano y lo sostuve un rato. Me gusta el pie del chico. O sea, que me gustan solamente. Ahí, sentí que Ruthie vino a la habitación y se paró atrás mío. Abrigué al chico y salí. Cuando volvimos a nuestro cuarto, no sé por qué dije eso, porque el bebé se veía bien de verdad. Sano. Como Ruthie.
“No me parece que esté increíble a mí” le dije.
Ruthie dijo “¿Qué querés decir con que no se ve increíble para vos? ¿Qué problema tiene?”
“Parece desnutrido” dije.
“Vos estás desnutrido de neuronas” dijo Ruthie.
Dije, como que muy cínicamente, “Gracias. Muchas gracias.”
Ruthie, ella y yo, no nos hablamos más hasta la mañana.
Ruthie siempre se levanta a hacerme el desayuno y llevarme en el auto hasta la parada del colectivo. Siempre espero a tener mi camisa y corbata puestas cuando la sacudo, la mayoría de las veces no hacía falta porque ya estaba despierta. Pero esa mañana tuve que sacudirla hasta despeinarla. Me irritó un poco que haya dormido tan bien. Bueno, o sea, que como yo no dormí bien, bueno, nada. Nunca duermo bien cuando estoy tipo preocupado. Pero al final abrió los ojos.
Le dije”¿Te querés levantar? No tenés obligación, ya sabés.”
“Ya sé que no” dijo como cínica. Pero se levantó igual, preparó el desayuno y me llevó hasta la parada del colectivo.
No hablamos para nada en el auto. O sea, no dijimos una palabra. Solamente le dije “hasta luego” en la parada y caminé rápido hacia donde estaba Bob Moriarty. Ahí hice algo raro. Palmié la espalda a Moriarty como si fuera un gran amigo, ¡y no lo soporto a ese tipo! Está en fuselajes conmigo, y siempre baja mi productividad. ¿Cómo te puede caer bien eso?
Loco, tuve un día malísimo en la línea. Yo retrasé a Moriarty, en vez de él a mí. Me empezó a hacer chistes sobre eso, y estuve cerca de embocarlo, si no fuera porque Sidney Hoover estaba mirando. Sidney Hoover es la supervisora en fuselajes.
En el horario de almuerzo llamé a casa dos veces, pero las dos veces corté antes de terminar de marcar. No sé por qué. O sea, en primer lugar, ¿Qué hacía llamando?
Esa noche después del trabajo, se suponía que iba a ir a jugar al básquet, pero solamente jugué el primer cuarto, después me tomé el colectivo. Ruthie no estaba ahí esperándome, como me imaginé, porque ella pensaba que iba a jugar todo el partido. O sea, no me molestó ni nada que no estuviera. Y, de todas formas, Joe y Rita Santine me alcanzaron en su auto, así que todo bien.
Cuando llegué a casa ¿qué pensás? Adiviná. Bueno, te digo. Ruthie, no estaba ahí. Solamente estaba esa nota en la mesa de la entrada. Me la llevé al living. Ni siquiera me había sacado la gorra. Fue gracioso. Mis manos como que temblaban. O sea, estaban temblando.
La nota decía:
Billy: No entiendo para qué seguiríamos juntos. Parece que no te das cuenta de que tenemos que madurar en ciertas cosas. Se supone que tendríamos que encontrar formas nuevas de divertirnos. No sé cómo explicártelo. Igual, no sirve de nada darle vueltas, porque ya sabés cómo me siento y solamente te hace enojar, igual. Por favor no vengas a lo de mamá. Si querés ver al bebé, esperá un tiempo.
RUTH
Bueno, prendí un cigarrillo y me senté ahí un rato largo en una silla que compramos juntos en Louis B. Silverman. Es el mejor de la ciudad. Con clase. Después empecé a leer la carta de Ruthie una vez y otra. Me la memoricé. Después empecé a memorizarla al revés, así: ”tiempo un esperá bebé al ver querés si”. Como eso. Loco. Estaba loco. Ni siquiera me había sacado el sombrero. Entonces, de repente la señora Widger, apareció ahí.
Dijo “Ruthie me dijo que le prepare la cena. Está lista.”
Loco, esa mujer era un témpano. Cómo la odié. Me imaginé que le había llenado la cabeza a Ruthie para que me deje.
“No quiero ninguna cena” le dije. “Vaya a su casa.”
“Con gusto”, dijo. Un mina de primera.
En unos minutos Widger pegó el portazo y estaba solo. ¡Loco, estoy solo! Seguí memorizando la carta de Ruthie al revés, después fui a la cocina. Me hice un sanguichito, abrí nuestra botella de whisky y me la llevé al living. Con un vaso. Pensaba en qué tan borracho estaba Humphrey Bogart en Casablanca cuando esperaba a que apareciera Ingrid Bergman. Humperey Bogart tenía al moreno ese en el piano, Sam, con él, y después de algunos vasos empecé a hacer como si Sam estuviese ahí. ¡Loco, estaba de la cabeza!
“Sam” decía, como si Sam estuviese por ahí “toca Moonlight Becomes You para mí”.
Entonces hacía de Sam también.
“Eh, no voy a tocar ese tema, jefe” dije, como si fuera Sam. “Ese es su tema con Ruthie”. ¡Loco, estaba de la cabeza!
“¡Tócala, Sam!” grité, como si fuera Humphrey Bogart. “Tócala, Sam. Tiempo un esperá bebé al ver querés si. ¿Me entiendes, Sam? ¿Entiendes?”
Me cansé de ese delirio y agarré el teléfono. Intenté hablar con Bud Treebles. Es mi mejor amigo y uno de los mejores jugadores de básquet de la región. Fue parte de la selección juvenil provincial conmigo tres años.
Atendió la madre de Bud y me dejó sordo. “Bueno ¡Billy Vullmer! ¡Seguro que ya no te reconozco! ¿Cómo está esa esposita divina y ese bebé adorable?” Loco, te puede dejar sordo de verdad esa mujer. Me dijo que Bud no estaba. Dijo “Viste como son los solteros” y se rió como tonta. Colgué. Me estaba volviendo loco.
Loco, estuve las cuatro horas siguientes sentado en la sillón Louis B. Silverman, emborrachándome, haciendo como que hablaba con Sam. Seguía esperando que Ruthie llegara. Una vez, me levanté y fui a la puerta y la abrí. Ruthie no estaba, pero hice como si estuviera. O sea, que me imaginé que estaba ahí.
Grité “¡Está bien! ¡Podés entrar, Ruthie!”
Al final, volví a entrar. Sentí como si estuviese llorando, pero no estaba, obvio. Después llamé a la casa de la madre de Ruthie. El teléfono sonó y sonó, casi hasta que me vuelvo loco, después la señora Cropper atendió. Loco, odio hablar con ella por teléfono. Dijo que Ruthie estaba durmiendo. Pero no estaba, porque Ruthie agarró el teléfono. Ruthie, ella y yo, hablamos como un rato. Le pedí que volviera a casa. Le dije que estaba en la casa. Me dijo que vendría a casa. Colgó y colgué.
En media hora, escuché el auto del viejo estacionar en nuestra entrada y fui a la ventana, Ruthie salió del auto, pero se quedó hablando con su viejo por un tiempo horriblemente largo. De repente se dio vuelta y empezó a venir hacia la casa. Su viejo se fue.
En un instante estaba adentro y me abrazó. Estaba llorando a baldes. No se me ocurría qué decir más que “Ruthie, Ruthie”. Lo seguí diciendo todo el tiempo, como un idiota. Después me senté en el sillón Louis B Silverman, es un gran sillón, y ella se sentó arriba mío.
Le dije que tenía miedo de que no volviera. No dijo nada. Tenía su cara en mi cuello. Nunca habla cuando su cara está en mi cuello.
Le dije “¿Dónde está el bebé?”. No lo tenía ella y no estaba arriba.
Ruthie dijo “Estaba dormido. No quise levantarlo. Mamá lo trae mañana”.
“Tenía miedo de que no vinieras” dije.
Ruthie dijo que su mamá casi la mata por venir a verme. No dije nada. Ruthie dijo algo gracioso:
“Mamá atendió el teléfono usando el gorro de baño” dijo Ruthie. “Me deprimió. O sea, cuando la vi tan ridícula con su gorro de baño. Supe que no la iba a pasar bien en casa para nada. O sea, no la iba a pasar bien en la casa de ellos”.
Le pregunté qué quería decir, pero me dijo que no sabía qué quiso decir. Chica rara.
Estaba tronando y relampagueando esa noche, muy tarde. Me desperté como a las tres, y Ruthie, ella no estaba al lado mío. Salté de la cama volando y bajé. Todas las luces estaban prendidas abajo, todas. Ruthie no estaba en la entrada, pero estaba en la cocina. Estaba con su pijama azul y esas pantuflas peludas, Ruthie pura, y estaba sentada en la mesa de la cocina, leyendo una revista; solo que no la estaba leyendo de verdad, porque estaba demasiado asustada para leer. Nunca viste a mi esposa cuando usa un pijama azul, o un vestido azul o una bata azul. Nunca supe de qué color se viste una chica antes de conocer a Ruthie. Pero con Ruthie, se sabe que está usando algo azul.
Ruthie dijo que bajó porque quería un vaso de leche.
Loco, qué mala persona que soy. No se entiende.
De repente le dije, para ver qué pasaba, cómo me había memorizado la nota al revés. La que ella me escribió. Se la recité toda para atrás. Le dije “Tiempo un esperá bebé al ver querés si”. Le dije “Es así. Así es de atrás para adelante”.
Después, escuchá esto. O sea, escuchá. ¡Ruthie empezó a llorar! Entonces dijo “No me importa nada ahora”.
Es algo raro para decir. Ruthie dice muchas cosas raras. Chica rara. Menos mal que la conozco de arriba a abajo. Más o menos.
Entonces le dije algo como “Despertame cuando haya truenos, Ruthie. Por favor. Está bien. O sea, despertame cuando haya truenos”.
Eso la hizo llorar más. Chica rara. Pero ahora me despierta, eso quería decir. Por mí todo bien. O sea, por mí está todo bien. O sea, no me molesta si hay truenos todas las noches.



(Traducción propia del cuento both parties concerned)

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