5.19.2012

Burbujas amorales

Parte del problema radica en que la economía del desastre nos asusta. En los años ochenta y noventa, las nuevas economías se anunciaban a bombo y platillo. La burbuja de la tecnología, en particular, sentó un precedente para una nueva clase de propietarios que inspiró niveles insoportables de exageración (interminables perfiles en los medios de jóvenes y brillantes directores generales junto a sus jets privados, sus yates con control remoto y sus idílicas casas en las montañas de Seattle).
Este tipo de riqueza es la que se está generando hoy con el complejo del desastre, aunque apenas oímos hablar de ello. Según un estudio realizado en 2006, "desde el inicio de la guerra contra el terror, los directores generales de los 34 contratistas de defensa más importantes han visto cómo se duplicaba su salario con respecto a los cuatro años anteriores al 11-S". Si esos directores disfrutaron de una remuneración que creció a una media de un 108% entre 2001 y 2005, el porcentaje por los presidentes de otras grandes empresas norteamericanas fue sólo el 6%.
La industria del desastre podría estar acercándose a los niveles de beneficio del puntocom, pero en general cuenta con la discreción de la CIA. Los capitalistas del desastre esquivan a la prensa, minimizan su riqueza y no alardean. "No estamos celebrando la existencia de esta enorme industria para protegernos contra el terrorismo", afirmo John Elstner, del Centro de Innovación de Chesapeake (empresa "incubadora" de seguridad nacional). "Pero existe un gran negocio y el CIC está en medio".

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