5.06.2012

3er paso: llegada y vuelta a empezar.

Cuando los prisioneros llegan a su destino, se enfrentan a los interrogadores (algunos no están contratados por la CIA o por el ejercito, sino por contratistas privados). Según Bill Golden, director de IntelligenceCareers.com, "más de la mitad de los expertos cualificados en contrainteligencia trabajan para contratistas". Para que esos interrogadores sigan consiguiendo contratos lucrativos, deben obtener de los prisioneros el tipo de "inteligencia actuable" que buscan los jefes de Washington. Son blancos fáciles del abuso: del mismo modo que los prisioneros torturados dirán casi cualquier cosa para acabar con el dolor, los contratistas cuentan con un poderoso incentivo económico para utilizar las técnicas que consideren necesarias a fin de obtener la información deseada con independencia de su fiabilidad. Parte de la razón por la que la administración Bush ha recurrido con tanta insistencia a contratistas privados de inteligencia para trabajar en nuevos organismos, como la reservada Oficina de Planes Especiales de Rumsfeld, es que se muestran mucho más dispuestos a manipular la información en función de los objetivos políticos del gobierno (al fin y al cabo, su próximo contrato depende de ello).

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