9.11.2011

Ford, 90 años de historia en el país.

Fue en Argentina, no obstante, donde la implicación de la filial local de Ford con el aparato del terror se hizo más obvia. La empresa suministraba vehículos a los militares, de modo que el Ford Falcon fue el automóvil utilizado en miles de secuestros y desapariciones. El psicólogo y dramaturgo argentino Eduardo Pavlovsky describió el coche como "lo terrorífico como expresión simbólica. El coche de la muerte".

Mientras Ford suministraba coches a la Junta, la Junta le correspondió con un favor: eliminar las cadenas de producción de problemáticos sindicalistas. Antes del golpe, Ford se había visto obligada a realizar importantes concesiones a sus trabajadores: una hora libre para comer en lugar de veinte minutos y un 1% de lo obtenido por la venta de cada coche para dedicarlo a programas de servicios sociales. Todo eso cambió abruptamente cuando empezó la contrarrevolución, el día del golpe. La fábrica de Ford en las afueras de Buenos Aires se convirtió en una fortaleza armada; en las semanas siguientes se llenó de vehículos militares, tanques incluidos y sobre ella se oían constantemente los rotores de los helicópteros. Los obreros han testificado que hubo un batallón de cine soldados destinado permanentemente a la fábrica. "En Ford parecía como si estuviéramos en guerra. Y todo estaba dirigido contra nosotros, los trabajadores", recordó Pedro Troiani, uno de los delegados sindicales.

Los soldados rondaban por las instalaciones, agarrando y encapuchando a los sindicalistas más activos, a los que el capataz de la fábrica tenía la amabilidad de señalar. Troiani se contó entre los que fueron sacados de la cadena de montaje. Recuerda que "antes de detenerme me pasearon por la fábrica, lo hicieron al descubierto para que la gente pudiera verlo: Ford lo utilizó para acabar con los sindicatos en la fábrica". Más sorprendente fue lo que pasó a continuación: en lugar de llevarlos rápidamente a alguna cárcel cercana, Troiani y los demás dicen que los soldados les llevaron a unas instalaciones de detención que habían sido construidas dentro del perímetro de la fábrica. En su lugar de trabajo, en el mismo lugar en el que tan sólo unos días atrás habían estado negociando contratos, esos trabajadores fueron golpeados, pateados y, en dos casos, sometidos a electroshocks. Fueron conducidos luego a prisiones fuera de la fábrica donde las torturas continuaron durante semanas y, en algunos casos, durante meses.

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