9.10.2011

De guanacos y de burros

En Chile, Pinochet estaba decidido a quitar a su pueblo la costumbre de echarse a la calle. Hasta las reuniones más pequeñas eran dispersadas con cañones de agua, el arma favorita de Pinochet para el control de las masas. La Junta tenía cientos de ellos, lo bastante pequeños para ir por las aceras y lanzar su chorro contra los grupos de escolares que repartían panfletos; la represión alcanzaba incluso a los funerales, si eran demasiado movidos. Bautizados como "guanacos", por una llama famosa por su costumbre de escupir, los omnipresentes cañones de agua limpiaban la gente como si se tratara de basura humana, dejando las calles relucientes, limpias y vacías.
Poco después del golpe, la Junta chilena publicó un edicto apremiando a los ciudadanos para que "contribuyeran a limpiar la patria" informando sobre los "extremistas" extranjeros y los "chilenos fanatizados".

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