7.18.2009

Sartre - Los caminos de la libertad II - El aplazamiento

Se sentía siniestro y ligero; estaba desnudo, se lo habían robado todo. Ya no tengo nada mío, ni siquiera mi pasado. Pero era un pasado falso y no lo lamentó. Pensó: me han desembarazado de mi vida. Era una vida mísera y frustrada, Marcela, Ivich, Daniel, una sucia vida, pero todo me da lo mismo ahora, puesto que está muerta. A partir de esta mañana, desde que habían pegado esos carteles blancos en las paredes, todas las vidas están frustradas, todas las vidas están muertas. Si hubiera hecho lo que quería, si hubiera podido una vez, una sola vez, ser libre, bueno, pues hubiera sido igualmente un sucio engaño, porque yo hubiera sido libre en la paz, en esa paz engañosa, y ahora estaría aquí igualmente frente al mar, apoyado en esta balaustrada, con todos los carteles blancos a mi espalda; todos esos carteles que hablan de mí, en todas las paredes de Francia, y que dicen que mi vida está muerta, y que jamás ha habido paz: no valía la pena haberme afanado tanto, no valía la pena haber tenido tantos remordimientos.

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