11.09.2025

Regreso a Cracovia en 1880


Regreso desde las grandes capitales


a esta ciudad en un angosto valle bajo la catedral de la colina


con tumbas de reyes. A una plaza, bajo la torre


y ala trompeta que suena a mediodía, la nota


a medias porque la flecha de los tártaros


alcanzó una vez más al trompetista.


Y alas palomas. Y a las pañoletas chillonas de las mujeres que


[venden flores.


Y a los grupos de personas charlando bajo el pórtico de la iglesia.


Mi baúl de libros llegó, esta vez sin problemas.


Lo que sé de mi esforzada vida: que la he vivido.


Los rostros son más pálidos en la memoria que en los


[daguerrotipos.


No necesito escribir recuerdos ni cartas todas las mañanas.


Otros se ocuparán, siempre con la misma esperanza,


aun sabiendo que no tiene sentido, dedicamos a ello nuestras


[vidas.


Mi país seguirá siendo lo que es, el patio trasero de los imperios,


Seguirá alimentando su humillación con fantasías provincianas.


Salí una mañana a dar un paseo con mi bastón:


Los puestos de los viejos ocupados ahora por nuevos viejos.


Y por donde pasaban las chicas con sus vaporosas faldas


pasean ahora otras, orgullosas de su belleza.


Y chicos haciendo rodar sus aros durante más de medio siglo.


En un sótano un zapatero alza los ojos desde su banco.


Pasa un jorobado con su lamento oculto,


luego una dama elegante, viva imagen de pecados mortales.


Así es como perdura la Tierra, en todas las pequeñas cosas


y en la vida de los hombres, irreversible.


Y eso parece un alivio. ¿Ganar? ¿Perder?


¿Para qué? si el mundo nos va a olvidar de todos modos

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