2.27.2013

Del gesto que consiste en ponerse el dedo índice en la sien y moverlo como quien atornilla y desatornilla


Si usted nunca repartió cartas en un radio de 32 kilómetros a la redonda, si no las llevo en un viejo saco de cuero junto con encomiendas, impresos, prospectos, telegramas, giros postales y facturas, si no caminó con la cabeza gacha para sorprender las piedras escondidas entre las hierbas de los senderos rurales, si además del saco de cuero usted no llevó nunca una carretilla de hierro en su recorrido, si al distribuir el correo no levantó una piedra de buen aspecto para ponerla en la carretilla y sucesivamente fue levantando otras piedras meritorias hasta colmar la carretilla, si no volvió a su casa con la carretilla llena de piedras y las volcó junto a una construcción bastante adelantada, si no preparó argamasa y se puso a levantar un muro de la construcción hasta que la oscuridad le impidió seguir trabajando, si no hizo todo eso o le cuesta creer de alguien que haya podido hacerlo durante veinticinco años, lamento decirle que no comprenderá jamás a los piantados, que es usted irremisiblemente cuerdo, y que le estrecho la mano inclinándome con el gesto que se saluda al esposo de la difunta en el peristilo del cementerio, no sin antes dejar constancia de que el epígrafe supra procede de la autobiografía del Facteur Cheval, que lo cita como la opinión de sus vecinos de Hauterives antes de seguir imperturbable con su carretilla y volcar diariamente cuarenta y ocho kilos de piedras en el centro mismo del corazón.

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