9.23.2011

Solo hacer que no se nada.

La inquietud que nos asalta cuando advertimos desvencijados los discursos que emitimos puede paralizarnos o bien despertarnos curiosidad. La perplejidad nos detiene, un momento de quietud-inquietante nos empuja hacia alguna dirección impensada antes de habitarla. Cuando estamos perplejos, las lentes desde donde miramos el mundo se quiebran o al menos se nos desacomodan. Vemos borroso, vemos puntos que no veíamos, no sabemos de qué se trata eso que nos llega a las retinas. El saber empieza a ignorar y una imagen se revela como fértil: "la ignorancia del saber"; paradoja que nos invita a explorarla.

Comencemos despejando equívocos. No se trata de un mero "no saber" sino de la evidencia de un saqber que no dialoga con lo real, que no alcanza a producir efectos, que está lejos de afectar los modos de existencia. Ahora bien, ¿qué otras formas hay e pensar la ignorancia si no es un mero nosaber? ¿Qué potencia habría en la aparente paradoja de una ignorancia del saber? Sospechamos que en torno a la ignorancia se teje un universo de posibilidades que deseamos rodear. Nos importa pensar la ignorancia no como sustantivo o como un estado congelado sino como verbo. La ignorancia como verbo nos sitúa en un movimiento, en el movimiento de apertura y disponibilidad para la exploración. Porque ignoramos, buscamos, porque ignoramos, escuchamos; porque ignoramos, nos dejamos tomar por la palabra ajena; porque ignoramos nos dejamos sorpender.

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