7.25.2011

No juego más

Había una vez un soberano que dictaba las reglas a sus súbditos. Así, soberano y súbditos armaban su juego: un juego de obediencias, tensiones, jugarretas, escondidas, enfrentamientos, inercias, tristezas, pero sobre todo creencias. El mundo que "jugábamos" era el mundo.
Pero ocurre que los términos de ese juego comienzan a independizarse de las formas que le daban consistencia. Entonces el súbdito sin las reglas que lo moldean deja de ser súbdito y no por eso se convierte en rey. Y el rey deja de ser rey aunque no por eso se despoja de cálculos, ventajas y manipulaciones. O mejor digámoslo así: al caer el juego del soberano caen sus modos de armar relación social. Relaciones de dominación, de fuerza, jerarquías, desvíos, cuestiones todas inteligibles, interpretables en el marco de una operatoria de ley. No se trata de la llegada al paraíso; habrá sometimientos, habrá ventajismos, habrá estrategias de sobrevivencia y estrategias de especulación, habrá potencias creativas y potencias destructoras. Pero caído el juego del soberano(o el juego del Padre, o el juego del Sentido, o el juego de los grandes relatos, o el juego de las promesas futuras) ¿Qué queda?
La vida, en tiempos del auge institucional, fue una gran ficción, pero no por una pretensión mentirosa sino por su efecto constructivo. No hay vida social sin revestimientos y formas que hagan que lo creado sea creído. Seguramente reverberan aún por ahí ficciones épicas que crearon comunidad, como la de civilización o barbarie, o más tarde liberación o dependencia.
La ficción, aquella que nos vinculaba en torno a supuestos códigos que hacían posible el intercambio, comienza a estallar. Y entonces ¿qué vemos cuando todo "lo sólido se desvanece en el aire"? Evitemos una rápida respuesta, la que presurosamente aboga por la restitución porque supone que si hay falta habría que reponer lo que la causa, como intentaba la reina de Alicia en el país de las maravillas ejerciendo represión frente a aquello que hacía trastabillar las premisas de una relación. ¿Y si no hubiera falta? ¿Y si caída la Ficción con mayúsculas, esa que se montaba en un guión preestablecido, esa de pretensión totalizante y que nos precedía para ser aprendida, se abriera el terreno para armar ficciones con minúsculas?

No hay comentarios: