8.28.2007

Matisse

Henri Émile Benoît Matisse (31 de diciembre de 1869 - 3 de noviembre de 1954). Pintor francés, mundialmente conocido como el creador del Fauvismo.


La alegría de vivir - Matisse


Ver es ya en sí mismo un acto creador que requiere un esfuerzo. Todo lo que vemos en nuestra vida cotidiana resulta más o menos deformado por nuestras costumbres adquiridas. -El esfuerzo necesario para liberarnos de las manufacturas plásticas [difundidas por la fotografía, el cine, la propaganda], exige cierto valor, pero un valor imprescindible para el artista, quien tiene que verlo todo como si lo viera por primera vez.

Cuando alguien me dijo que yo no veo a las mujeres tal como las represento, le respondí: "Si me topara por la calle con semejantes criaturas, saldría corriendo a todo lo que dieran mis piernas. A fin de cuentas... yo no creo ninguna mujer, yo hago un cuadro."

Hay que trabajar la técnica conscientemente durante tanto tiempo hasta que se la domine inconscientemente, y entonces surge esa impresión de la espontaneidad.

En un principio se parte de un tema. La sensación viene después. No se parte de la nada. Nada es gratuito. Me parece que demasiados pintores que hoy se denominan "abstractos", parten de la nada. Son arbitrarios, han dejado de tener aliento, carecen de inspiración, de sentimientos; defienden un punto de vista que no existe; imitan la abstracción.

Si no logran construir relaciones, pueden apelar inútilmente a todos los colores posibles. La relación es el parentesco entre las cosas, es el lenguaje común. La relación es el amor, sí, el amor. Sin esa relación, sin ese amor, deja de haber criterio de la observación, por lo tanto también deja de haber obra de arte.

Hace falta para ello [que la obra aparezca igualmente fructífera y repleta que la naturaleza] un gran amor capaz de inspirar y mantener ese esfuerzo incesante hacia la verdad, esa generosidad y ese profundo renunciamiento que acompaña el surgimiento de toda obra de arte. Pero ¿acaso el amor no es fundamento de toda creación?

Si el observador se niega a sí mismo para identificarse con la posición espiritual de los hombres que vivieron en la época en que fue creada la obra de arte, se empobrece y renuncia a su goce, un poco como un hombre que con celos tardíos trata de indagar el pasado de una mujer amada.

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